Psalms 134

Alabanza de Israel a su Dios

1
1 ss. Empieza la parte más litúrgica del Salterio, destinada sobre todo a la alabanza. Como el Salmo anterior, este himno invita a los sacerdotes y levitas a alabar a Yahvé ante todo por ser Él quien es, por su bondad y suavidad, y su superioridad infinita y exclusiva sobre todos los seres (cf. Romanos 16, 27 y nota), no obstante lo cual se dignó elegir al pueblo como un bien preciado (cf. Juan 10, 29 y nota); luego por las obras prodigiosas de su mano creadora, Y en fin por las maravillas que hizo en favor de su pueblo escogido, cuyos intereses no vacila en sobreponer a los de las naciones (versículo 6 y nota). Cf. Salmo 104, 44, etc.
¡HalIelú Yah!
Alabad el Nombre de Yahvé;
alabadle vosotros, ciervos de Yahvé,
2los que estáis en la casa de Yahvé,
en los atrios del Templo de nuestro Dios.
3Alabad a Yah
porque es un Señor bueno;
cantad salmos a su Nombre,
porque es suave.
4Porque Yah se eligió a Jacob,
a Israel como su bien propio.
5Porque yo sé esto:
que Yahvé es grande,
y que nuestro Señor es más
que todas las divinidades.
6
6. Hace las cosas que quiere, no solo con omnipotencia sobre la naturaleza (versículos 6-7), sino también con absoluta libertad moral, concediendo al pueblo amado los privilegios (versículos 4, 12, 14, 19 ss.) y destruyendo a otros en favor de aquel (versículos 8 ss.), sin que nadie pueda pretender juzgarlo ni someterlo a ley alguna, puesto que el divino beneplácito es, en sí mismo, el supremo fundamento de toda moral (cf. Salmo 147, 9; Mateo 19, 16 ss. y notas).
Todo cuanto Yahvé quiere lo hace
en el cielo y en la tierra,
en el mar y en todos los abismos.
7
7. Es decir, como una ostentación de su omnipotencia (versículo 6), parece que Él con el fuego hiciese agua, pues saca la lluvia de los relámpagos. “Sus depósitos”: Cf. Job 38, 22. La mitología griega tenía un concepto bastante parecido sobre el misterio de la formación de los vientos (cf. Virgilio, La Eneida 1, 55-67).
Él trae las nubes
desde el extremo de la tierra,
hace la lluvia con los relámpagos,
saca los vientos de sus depósitos.
8
8. Cf. Éxodo 12, 29.
Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde el hombre hasta el ganado.
9
9. Cf. Éxodo capítulos 7 y 8; 9, 15; 16, 11.
Envió signos y prodigios
a ti, oh Egipto,
contra Faraón y contra todos sus vasallos.
10
10. Cf. Deuteronomio 4, 38; 7, 1; 11, 23; Josué 24, 8 ss.
Hirió a muchas naciones,
y mató a reyes poderosos:
11
11. Los reyes Sehón y Og fueron vencidos por los israelitas bajo Moisés (Números 21, 20-34; Deuteronomio 2, 30).
a Sehón, rey de los amorreos;
y a Og, rey de Basan,
y a todos los reyes de Canaán.
12Y dio en herencia la tierra de ellos,
en herencia a Israel, su pueblo.
13
13 s. Como observa Fillion, es esto un eco de Éxodo 3, 14-15, donde Dios se revela con el nombre de Yahvé (El que es, el Eterno) y anuncia que con ese nombre se hará memoria de Él en todas las generaciones (cf. allí nuestra nota). Según esto, también ahora honra a Dios ese sagrado Nombre revelado como propio de Él y por eso aún lo usamos para alabarlo en los Salmos. Yahvé es Aquel a quien Jesús llama a un tiempo Padre suyo y Dios de Israel (Juan 8, 54), titulándolo “Padre Santo” (Juan 17, 6 y 11) y revelándonos que es Padre suyo y nuestro y Dios suyo y nuestro (Juan 20, 17) y que su Nombre debe ser tratado santamente (Lucas 11, 2) porque es un Nombre Santo (Lucas 1, 49). Tiene compasión (versículo 14): Otras versiones leen tendrá, abarcando así las promesas futuras.
Yahvé es tu Nombre para siempre;
Yahvé, tu memorial
de generación en generación;
14pues Yahvé protege a su pueblo
y tiene compasión de sus siervos.
15
15 ss. Como en Salmo 113B, 4-8, insiste contra esas hechuras que en nada pueden asemejarse a lo divino (Hechos 17, 29) y cuyo culto idolátrico se prohíbe a Israel desde el primer mandamiento del Decálogo (Éxodo 20, 4), dando como razón que Dios tiene celos de ellas (Deuteronomio 4, 15-24). Cf. Salmo 148, 13.
Los ídolos de los gentiles son plata y oro,
hechuras de manos de hombre:
16tienen boca y no hablan;
tienen ojos y no ven;
17tienen orejas y no oyen,
y no hay aliento en su boca.
18
18. “Su nada es el símbolo del fin que tendrán sus autores y sus adoradores” (Calès). Cf. I Corintios 3, 15.
Semejantes a ellos son quienes los hacen,
quienquiera confía en ellos.
19
19 s. Como observa Páramo, esta invitación abarca también a los prosélitos: los que adoráis a Yahvé. Se nota así el contraste con los que dan culto a los ídolos (versículos 15 y 18).
Casa de Israel, bendecid a Yahvé;
casa de Aarón, bendecid a Yahvé.
20Casa de Leví, bendecid a Yahvé,
los que adoráis a Yahvé, bendecid a Yahvé.
21
21. Desde Sión: “El culto de Yahvé, con Jerusalén por punto de partida y por centro, irá ganando paso a paso al universo todo entero” (Fillion). Cf. Salmos 64, 2; 131, 13 s. y notas.
Bendito sea Yahvé desde Sión,
el que mora en Jerusalén.
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